martes, 30 de agosto de 2011

Niebla



Genérico del film La niebla de John Carpenter (1980).


¿Han visto La niebla de John Carpenter? Este verano volví a ver la primera media hora gracias a un pase televisivo. De hecho, no debería haber visto ni 10 minutos porque había quedado y llegaba tarde, pero me quedé totalmente enganchado -de nuevo- con su larga secuencia de créditos iniciales, en la que Carpenter va mostrando alternadamente y con toda la calma del mundo a los principales personajes con los primeros fenómenos fantásticos que van acaeciendo sobre Antonio Bay.

Los personajes, como dicta el buenhacer de los clásicos de género de Hollywood, son presentados con sucinta brevedad, retratándolos con un rasgo que va a ser el que va a caracterizarlos durante todo el metraje. Los fenómenos, las cosas extrañas e inexplicables que trae "la niebla", están resueltos con tanta imaginación e ingenio que el hecho de contar con escasos medios apenas se siente. Y, no obstante, enseguida enganchan al espectador. Le infunden interés y le intrigan. Recuerdo otro film de Carpenter con una larga introducción en la que crea un clima similar aprovechando también para diseminar los títulos de créditos. Es Prince of darkness (1987), aquí estrenada como El príncipe de las tinieblas.






Lo que siempre me ha interesado de Carpenter es su sencillez, plenamente consciente y asumida. Algo que forma parte de una determinación, de la creencia en un modo de hacer las cosas. El hecho de que con los recursos más elementales y primarios basta para elaborar atmósferas de gran efectividad. Incluso cuando Carpenter ha contado con más medios de los habituales en sus producciones, los ha utilizado, sí, pero sin traicionar esa visión del cine, un principio de acción casi. Porque ha aprendido tanto de Hitchcock, de los clásicos y de las buenas producciones de serie B, como de la literatura fantástica, de Poe, de Hope Hodgson, de Machen..., ha aprendido de todos ellos esa convicción de que el mostrar no es lo más profundo ni lo más terrorífico. Que no hay nada como contar con la colaboración del espectador, esto es, con las proyecciones de sus propios miedos sobre cada escena para conseguir extraer toda la fuerza de ésta.

En este sentido, la pura sucesión y el pautado de fenómenos extraños que van enroscándose en la vida de los personajes de la pequeña localidad costera es mucho más convincente que todos los efectos especiales de última generación que se quieran. Es una cuestión de estilo y de forma de entender la práctica cinematográfica y el relato.

Ayer, por casualidad, tuve la oportunidad de ver el infame remake que en 2005 perpetró Rupert Wainwright, y que se estrenó en España con el título de Terror en la niebla. El punto de partida, el desencadenante, el pueblo y la amenaza, con algunas pequeñas variaciones, todo es idéntico. Pero, ah, señores, el resultado es totalmente distinto. Por ejemplo, donde Carpenter entiende que cuidar una presentación es lo que va a dar la clave del resto del film, el señor Wainwright y su guionista parecen tener prisa, no importarles demasiado ese material ni esas circunstancias; no quererlo ni tenerlo en estima alguna (el decoupage me pareció de un cinismo abominable). O, en otras palabras, que quieren llegar rápido a ninguna parte. Es cierto que en los créditos figuran los nombres de Carpenter y de su productora Debra Hill, pero estoy seguro que su papel se limitó a poner el cazo por la franquicia.

Acompañamos esta entrada con algunos fragmentos de la música del film original, que como era habitual también venían firmados por el propio John Carpenter (esta vez con la ayuda de Dan Wyman en la realización electrónica).

Y aquí un enlace a un artículo en inglés sobre el film en el blog "Acidemic".




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